Dachau: en el campo de los horrores
1:09 am – En la Casa de Haimhausen

Casa de Haimhausen (Foto por Pablo Ferrari)
– ¡Es muy tarde, Karl, a la cama! ¡Ahora! ¡Mañana toca madrugar! Vendrá Rivka con algo rico para el desayuno. Y después iremos a misa, que por todas las cosas que nos suceden hay que darle las gracias al Señor.
– Si, mamá. Por mi amigo Friedbert. Por mis juegos. Por vosotros. Por la escuela. Por el pan con mantequilla y mermelada de la mañana. Por tu amor. Por Rivka. Por eso le doy las gracias al Señor.
2:45 am – En el Campo de Concentración
He pasado toda la noche tosiendo. Siento el ardor de la infección en la zona izquierda de mi garganta. Tan profundo es el dolor, que los músculos apenas los siento por el esfuerzo que me supone sostenerlo.
Aun no es de día. Imagino que serán todavía las tres de la madrugada. ¡Qué frio tengo!

Torre de vigilancia nazi en Dachau (Foto por Pablo Ferrari)
2:17 am – En la Casa de Haimhausen
No puedo dormir. Estoy ansioso por ver a Rivka mañana. Hace meses que no viene por casa, y siempre me trae un regalo. ¡Qué gran día será mañana! Tarta de manzana. ¡Y un regalo, seguro!
3:04 am – En el Campo de Concentración
Sigue nevando y el frio se ha instalado en mis huesos y no los piensa abandonar. Me siento terriblemente indefenso frente al frio. Esta manta, sucia, fina, y con tantos agujeros que parecen espías que, enviados por los malos, facilitan la entrada de los enemigos en mi cuerpo.
Miro por la ventana y sueño con poder salir de aquí. Todavía me pregunto que hicimos para acabar aquí dentro.

Campo de concentración desde dentro de un barracón (Foto Por Pablo Ferrari)
Serán las tres y diez minutos. Y hay un pastor alemán a la entrada que no deja de ladrar. Tengo miedo. ¡Mamá!
3:36 am – En la Casa de Haimhausen
Es la segunda vez que me levanto para ir al baño. Admito que me gusta pisar la madera del suelo descalzo por la noche porque esta calentita.
La chimenea, situada justo debajo de mi habitación, esta constantemente encendida durante los fríos inviernos de mi ciudad, Múnich. Los inviernos aquí son aterradores. ¡Qué suerte tengo de poder vivir en esta casa tan grande y bonita con todos mis juguetes y cerca de mis amigos!
Me caigo del sueño. Me gusta volver a la cama y saber que aún me quedan varias horas mas para acurrucarme entre las calientes sabanas y soñar con un nuevo día. Me llena el alma de felicidad.

Los baños del barracón (Foto por Pablo Ferrari)
3:12 am – En el Campo de Concentración
Parece que he conseguido dormir un rato. Aquí, en la esquina de esta cama de madera vieja, carcomida y con astillas. Apenas consigo recor… ¡no puedo… ni recuerdo los últimos minutos!

Cama litera del Barracón (Foto por Pablo Ferrari)
El dolor de cabeza me recuerda al dolor que nos provocaba a Friedbert y a mí el tragar aquellas bolas de helado de chocolate en las tardes de verano después de jugar a la pelota en Hernnstrasse.

Herrstrasse en Munich (Foto por Pablo Ferrari)
¿Serán ya las 4 y media? Es una gran victoria dormir. Aunque solo sea por unos minutos.
La nieve pegada a los cristales apenas me permite ver a través de las ventanas ese infierno helado.
Quisiera tanto poder estar comiendome un helado junto a Friedbert.
!Dios, por favor, haz que el perro deje de ladrar!
Siempre gris. Siempre dolorido. Siempre frío. Siempre sitiado por la alambrada.

Alambrada campo de concentración Dachau (Foto por Pablo Ferrari)
6:59 am – en la Casa de Haimhausen
Ya escucho a mamá. Ya sube por las escaleras. Me va a despertar. Ella estará ya vestida. Me dirá que Rivka estará al caer y que me levante. Que espabile ese cuerpo de 14 años. Se acercará, me acariciará suavemente el pelo y besará mi frente, dejando el olor de su perfume en el aire. Ese aroma que me hace sentir tan protegido.
3:18 am – En el Campo de Concentración
Parecía que me estaba quedando dormido, ya que por momentos había conseguido vencer el dolor que me causa el frio, pero los tosidos de un niño en la otra esquina del barracón me han despertado.
Sus tosidos, roncos y huecos, retumban en mis tímpanos de tal manera que me causan un fuerte dolor de cabeza. Ya estoy espabilado otra vez. Intuyo que son las cuatro y media. Ahora sí que sí.

Campo de Concentración de Dachau (Foto por Pablo Ferrari)
¡Cuándo acabará esta maldita pesadilla!
7:02 am – En la Casa de Haimhausen
– ¡Buenos días pequeño! ¿Cómo ha dormido esta noche mi príncipe? –
– Muy bien, mamá. Deja que me retuerza unos minutos mas en estas blancas sabanas, por favor.
– Arriba ya, perezoso. Rivka estará ya de camino y nos trae tarta de manzana y cacao de América ¡el que tanto te gusta! Te lo preparare calentito. Pero antes has de lavarte los dientes y darte una ducha caliente.
4:27 am – En el Campo de Concentración

Edificio de cremación de prisioneros del campo (Pablo Ferrari)
No siento las manos. Ayer fue muy duro. Otra vez a las cinco de la mañana nos despertaron al grito de “aufwachen schweinen juden!!” (¡!Despertad, cerdos judíos!!) “¡!y a formar fuera del barracón!!”. Con este frío que rompe las escamas del alma y no te deja ni fuerzas que reservar para afrontar el constante dolor. Una patata templada. A veces podrida. Y a trabajar.
«Arbeit Macht Frei»
Dicen que el trabajo nos hará libres. Pero no sé ya muy bien a qué se refieren.

El trabajo os hará libres (Foto por Pablo Ferrari)
Mi trabajo, como siempre, consiste en llevar la carretilla. Porque muchas veces son muchos los que no pueden terminar con su trabajo. Y esos, nos dan mucho mas trabajo.
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7:16 – En la Casa de Haimhausen
Todavía en pijama, me he asomado a la ventana de mi cuarto y he visto en la puerta del jardín como Rivka empujaba la puerta del coche con su codo izquierdo mientras sostenía con su mano derecha una bandeja con algo sobre ella tapada con papel.
¡Debe de ser la tarta de manzana!
¡Apenas puedo aguantar a comerme esa delicia con un chocolate de América!
Voy a ir corriendo a lavarme los dientes y antes de que mamá me regañe… ¡!voy a meterme en la ducha!!

Cámara de gas Dachau (Foto por Pablo Ferrari)
6:32 pm – En el Campo de Concentración
¡Es muy pronto, apenas he llegado a los 15 años! ¡Mañana toca…! Y vendrá Rivka con algo rico…. Tarta de… Y después iremos a misa. Me lo ha dicho mamá. Todo esto… todo esto. Va a terminar. Por fin.
Porque todo esto acaba ya. Por los trabajos que no me hacían libre. Por los gritos de «aufwachen schweinen juden!!«. Por las patatas podridas. Por la carretilla. Por el dolor de cabeza. Por el dolor de garganta. Por el trabajo, que nunca me hizo libre. Creo. Si. Mamá…Por todo esto, hay que darle las gracias al Señor.
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Horno crematorio en Dachau (Foto por Pablo Ferrari)
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Aun siendo los detalles de este artículo ficción, Karl Seelig, el protagonista, en realidad vivió en Alemania durante el Tercer Reich, y murió en el campo de concentración de Dachau. A él va dedicado este artículo.
Pero también a su amigo Friedbert, que nunca existió, probablemente porque el padre fue asesinado en Dachau antes de poder engendrarlo.
También se lo dedico a su «mamá». Y a todos los niños, chicos, señores y ancianos que perecieron en este campo por culpa de la barbarie inmisericorde y repugnante del régimen nazi.
Pablo Ferrari.

¡ Qué duro es este tema ! aún así me ha gustado pero el sabor amargo sigue ( y seguirá ) ahí por y para siempre.
Gracias
Gracias. Si, estoy de acuerdo…
Excelente amigo.
Muchisimas gracias, Juan Jose! Me alegra mucho que lo hayas leido y que te parezca excelente. Un saludo, amigo!
me ha encantado. muy bueno
Muchas gracias! me alegro que te haya gustado. Un saludo!
Muchas gracias!!