Sociedad Manipulada, Sociedad Corrupta

La Real Academia Española de la lengua (RAE) define la palabra homogéneo como perteneciente o relativo a un mismo genero, poseedor de iguales caracteres. Por lo tanto, homogeneización puede (y debe) definirse como la acción y efecto de homogeneizar. Cuando uno homogeneiza a un grupo de personas, en resumen, le esta confiriendo a cada individuo de ese grupo los mismos caracteres.

Por lo tanto, tu y yo, lector y escritor, tenemos los mismos caracteres si permitimos que se nos homogeneice. Y en cierto modo es correcto. Ambos somos seres humanos y poseemos una serie de caracteres similares, sino iguales. 

Ahora bien, ¿que se entiende por “caracteres”? De nuevo, la RAE define carácter como conjunto de cualidades o circunstancias propias de una […] persona o de una colectividad, que las distingue por su modo de ser o de actuar, de las demás.

Pongamos como ejemplo a los seguidores de un equipo de futbol en particular. Los seguidores de este equipo de futbol tienen en común lo siguiente: 1) tienen la cualidad común de apoyar a ese equipo concreto, y 2) dicha colectividad se distingue de otras que apoyan a otro equipo distinto. En consecuencia, y siempre en este contexto, cada persona (o “seguidor”) de este equipo de futbol tiene caracteres comunes con las otras personas que siguen a ese mismo equipo. Esto es, seguir al mismo equipo. En consecuencia, estos “seguidores” poseen los mismos caracteres y pueden ser homogeneizados en este contexto.

Ahora bien, como sabrá el lector, vivimos constantemente “bombardeados” por reglas en forma de noticias, comentarios, tweets, anuncios, consejos, tendencias, movimientos políticos y conductas de ciertas asociaciones que tratan de manera constante y sin piedad de crear una sociedad en la que todos pensemos, sintamos, miremos, escuchemos y opinemos igual.

Lo grave no es, dicho sea de paso, el hecho de que estas “reglas” cargadas de homogéneo contenido sean lanzadas sobre dicha sociedad. No. La gravedad radica en el entusiasmado recibimiento que estas reglas tienen por parte de un amplio sector de la sociedad, con la consecuencia lógica que ese sector agarre con fuerza ese contenido homogéneo en detrimento de otro contenido no homogéneo (véase, el propio).

Dicho de otra manera, individuos de un amplio sector social dan por bueno aceptar tener caracteres iguales a los demás individuos de ese mismo sector sin importar el precio. El problema radica en identificar cuales son esos caracteres y en que contexto se pueden interpretar.

Y es que la RAE también nos define la palabra carácter como “señal espiritual que queda en una persona como efecto de un conocimiento o experiencia importantes.” A menos que uno sea del Atleti (como es mi caso) y perder tres finales de Champions te deje una señal espiritual como consecuencia de tan terrible experiencia importante, no debería aplicarse esta ultima definición de carácter al concepto de homogeneización que intento comunicar aquí.

Tecnología, política, religión, cultura, moda, tendencias, opiniones, juicios, prejuicios, dietas, temores, aspiraciones, capital, ¿sigo? Todo ello encapsulado en esas reglas que pretenden de manera tan silenciosa como arrogante hacernos a todos, no solo a un sector social, compartir una serie de caracteres como resultado de hacernos admirar y adquirir los mismos aparatos electrónicos, votar a ciertos políticos, apreciar o despreciar la religión, escuchar determinada música, vestir así o asá, adoptar opiniones precocinadas, juicios sociales que eliminan todo principio de presunción de inocencia (ya convertido en principio de presunción de indecencia), prejuzgar en base a estereotipos, comer o dejar de comer esto o lo otro, o temer esto o aquello, y/o ser mejor y tener mas dinero que tu vecino. Además, en muchas ocasiones estas reglas preñan a sus receptores de una violencia que impulsa (o mejor dicho, destruye) el carácter en si mismo. Son reglas destinadas a crear clones con idénticos caracteres que encajen a la perfección en aquella maquina que es la homogeneización, con el sentido de la definición segunda de carácter dada en este articulo.  

La actualidad es el mundo gobernado por lo políticamente correcto (¡no digas en una conferencia “hola a todos” no vaya a ser que te recriminen y te insulten –eso si es muy políticamente correcto, al parecer- por no decir “y todas”). Por la imagen social de uno mismo (¿encajo en los cánones de belleza socialmente aceptados?). Por el sentimiento de pertenencia social (¿soy vegano? ¿soy de izquierdas? ¿soy de derechas? ¿soy?). Por la necesidad de ser aprobado por los demás (el like de mi foto en Instagram tiene mas importancia que pararse a pensar en los beneficios de tener cuenta de Instagram). Por el miedo (¡si, el miedo!) a desagregar a alguien de Facebook con quien no has hablado en 4 años (no vaya a ser que esa persona te vea en la calle y te acuse de no apreciarla y se sienta juzgada). Esto solo podría ser superado si la sociedad recuperase o poseyese una capacidad reflexiva.

Resulta de extrema sencillez impulsar un cambio de “caracteres” en individuos para que reconsideren sus posturas tecnológicas, religiosas, políticas, dietéticas y de opinión a través del uso de reglas que invitan a negar cualquier ejercicio de reflexión en una sociedad ya de por si carente de capacidad reflexiva.

Y hablo de sociedad como conjunto de individuos. Unos individuos que permiten que esas reglas, y no sus propias reflexiones, forjen su carácter al permitir que generen un “conocimiento o experiencia importantescuyo “efecto sea dejaruna señal espiritual”, que de otro modo forjarían ellos mismos. Pero es precisamente esa carencia la que cede ante el efecto de esas reglas que terminan por definir una sociedad homogénea. Y una sociedad homogénea en este sentido, es una sociedad fácil de convencer y por lo tanto fácil de manipular. Es una sociedad corruptible.

Sin embargo, en el caso de la definición de “carácter” más futbolero, resulta muy difícil convencer a un seguidor de un equipo de futbol que lo abandone y comience a seguir a otro distinto. Supongo que los peligros asociados a un tipo de carácter u otro, al fin y al cabo, representan riesgos y peligros de magnitudes muy diferentes.

Es por tanto imprescindible que volvamos a retomar el control de nuestros propios pensamientos (¡piensa, joder!) y seamos capaces de decidir qué tipo de regla es “aceptable” para nosotros mismos antes de aceptar como bueno todo lo que nos venga dado de los demás. Entienda el lector que no pretendo decir que todo esto sea malo en si mismo. No. Considero que no es malo en tanto en cuanto medie un consentimiento meditado, esto es, reflexivo, ya que es en el error en este ejercicio en donde radica el verdadero peligro.  

Marilyn Monroe, que de tonta no tenia un pelo, dijo una vez “si hubiese observado todas las reglas, nunca hubiese llegado a ninguna parte”.  Nunca hay que actuar antes de reflexionar. La reflexión permite forjar el propio carácter, ya que nos permite adquirir un conjunto de cualidades o circunstancias propias que nos distingue por nuestro modo de ser o de actuar, de las demás.

Solo así podremos acabar con la mala homogeneización. ¡Solo así podremos terminar con esta homogeneización corrupta!

Pablo Ferrari

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